Microalmas- Juan Solá
abril 20, 2021 Microalmas
Juan Solá
Sinopsis
Manuel y Augusto se
reencontrarán después de muchos años para ponerle fin a la historia de un amor
que el tiempo ha hecho mutar. Este final será súbitamente atravesado por las
cotidianidades de pequeñas almas anónimas, que ayudarán a Manuel a entender que
lo que importa es el amor, no la forma que adopta para que podamos
experimentarlo.
¡Hola! Hoy una
nueva recomendación, esta vez le toca a Juan Solá, escritor argentino. Nació en
La Paz, Entre Ríos (a unos kilómetros de donde vivo).
El prólogo está
escrito por Magalí Tajes autora de Arde la Vida y Caos.
“¿Quién sos? ¿Quién sos cuando amás? ¿El amor
es oxígeno o asfixia? (…)”
Microalmas tiene
156 páginas. Sí, es cortito pero ¿Quién dijo que un libro tan pequeño no puede
ser mágico?
El autor te hacer
sentir amor, angustia, felicidad, libertad ¿Lo más importante? amar al amor.
¡Hola Juan! Cada
vez que llegaba a la mitad del libro, ya sabía que iba a leerlo de nuevo. No
tengo dudas, en un futuro muy cercano, volveré a Microalmas; gracias, son muy
pocos los escritores que me hacen desear regresar a sus historias.
Microalmas tiene
micro-relatos y una historia de amor inconmensurable entre Manuel y Augusto.
Sinceramente este
libro posee una belleza etérea que hace que sea imposible no amarlo.
En el primer
comentario les dejo un relato corto y conmovedor del libro.
Subte
Me gusta el subte porque es como el cumpleaños de quince de una prima
lejana al que todos se ven obligados a ir, aunque nadie tenga ganas. En él,
converge la mezcla más exótica de seres, una suerte de feria llena de colores
triste. y ruidos y alguna que otra imagen .
Los pibes se metieron al vagón a los gritos. Eran tres y ninguno tenía más
de ocho años. Eran flaquitos y chabacanos, maleducados sin maldad; medio
pillos, pero compañeros.
Uno solo tenía zapatillas, el más chiquito. Y cuando digo el más chiquito
no me refiero a la cantidad de años, sino a la cantidad de costillas que le
conté sobre el cuero desnudo.
El más chiquito tenía las zapatillas y también las tarjetitas. Las fue
repartiendo entre los hombres y mujeres del vagón, que los observaban con los
ojos llenos de una pena que se parecía más al asco. Hablaba a los gritos y otro
le respondía, también a los gritos, y el tercero le gritaba a la gente que por
favor les tiraran una moneda, que Dios los bendiga. Una señora se tapó los
oídos.
Recién cuando pasaron en retirada,
escuché hablar al pibe que tenía sentado enfrente. Él tampoco habrá tenido más
de ocho.
-Mamá!, ¿por qué gritan los nenes?-,
preguntó, exaltado, sin sacarles los ojos de encima. ¡Qué libres son los nenes
que pueden jugar en el subte!, habrá pensado.
-Porque son negros-, dijo la madre, y
sentí como si un árbol se me hubiera desplomado sobre el pecho. Pensé que había
escuchado mal y presté atención. No sé por qué, tuve miedo. -Porque son negros.
Y cuando crezcan van a ser ladrones. Vos tenés que tener mucho cuidado con esos
chicos, ¿sabés?
Creo que hasta se le cayó un poco de
magia de los bolsillos.
-¿Sabés?
-Sí, mamá.
No entiendo muy bien lo que me ocurrió a
mí. Se me aceleró el corazón y la garganta se me puso rígida. Quería salir del
tren, aunque estuviera en movimiento. Quería ser yo el que gritara ahora, pero
me pareció más virtuoso el silencio de quien sabe que nunca se humilla a
alguien delante de sus hijos.
Tuviste la oportunidad de sembrar una
semilla de amor, pero preferiste perpetuar el odio.
Elegiste enseñar a tener miedo.
Podría haberte perdonado hasta la falsa
misericordia de quien observa y murmura "pobrecitos", pero masticaste
tanta bronca, que ya ni siquiera sabes hacer eso.
Ay, pibe, ojalá que alguna vez alguien
te explique que ese día, tu mamá estaba enfurecida y que los chicos de la calle
no se juntan para jugar, sino porque tienen miedo.
Los chicos de la calle no gritan porque son
negros, gritan porque son invisibles.
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